miércoles, 8 de abril de 2015

España y Japón: historia de una diplomacia complicada.

San Francisco Javier, obra de Van Dyck.
En 1543 un grupo de comerciantes portugueses naufragaron en una isla al sur de Japón; este hecho propició las primeras relaciones comerciales entre la mítica Zipango y las factorías portuguesas distribuidas por toda Asia. Se estableció la primera ruta comercial relevante, el Galeón de Macao, en 1547, por querencia de las autoridades japonesas (no existía un poder centralizado), los Daimyo, que se encontraban ávidos de la llegada de productos a sus puertos. Por esta razón, y por la coyuntura histórica (Sengoku hidai: país en guerra) que atravesaba Japón, se pensó que las armas de fuego occidentales podrían desempeñar un importante papel en las guerras samurái; estos se mostraron dispuestos a la apertura de sus puertos al comercio europeo. Los occidentales, a su vez, vieron en Zipango (antiguo nombre que le daban los europeos a Japón) un campo fértil para la predicación evangélica (sobre todo Jesuitas).

En 1549, por orden directa de Ignacio de Loyola y previa audiencia con Juan III, Francisco Javier desembarca en la isla de Kyushu, en Kagoshima, y comienza la labor evangélica sin éxito inicial pero algunos daimyo se muestran inclinados al cristianismo y comienzan a dar patrocinio, este será el fruto de otro tipo de relaciones. Antes de este hecho, Francisco Javier conoce en Malaca a un compañero peculiar que le ayudará en su labor futura, el samurái Anjiró, huido de Japón por asesinato y convertido al cristianismo como Pablo de Santa Fe.  Este viaje cultural-evangelizador del jesuita fue el primer contacto de los españoles con Zipango, ya que el primer contacto comercial no llega hasta 1585.

Durante el mandato de Oda Nobunaga (1568-1582), el daimyo de Owari que logró centralizar el poder feudal, con capital en Kyoto, las relaciones con los europeos fueron muy cordiales. Se permitió el acceso de misioneros, así como el comercio con algunos puertos nipones; Nobunaga veía con buenos ojos la predicación del cristianismo, era parte de una estrategia de debilitamiento del gran poder que acumulaba el clero budista; en cuanto al comercio, supo reconocer las bondades que ofrecía un armamento avanzado para mantener el poder en un Japón en constante conflicto entre los daimyo. Los progresos de la predicación comenzaron a dar sus frutos, y en 1582, partió del puerto de Nagasaki una embajada hacia el viejo continente con el objetivo de hacer más conocida la labor misionera hispano-portuguesa. Participaron en esta empresa daimyo de varias provincias llegando la expedición a Lisboa (1584), se reunió con el rey Felipe II (rey también de la Corona portuguesa), visitó varias ciudades de la península Itálica y llegó a Roma, siendo la embajada recibida por el Papa Gregorio XIII (1585). A su vez, se producían hasta tres embajadas dirigidas al gobernador Santiago de Vera (Filipinas), entregándole numerosos presentes y solicitándole el envío de misioneros, así como un tratado de alianza y colaboración militar con los daimyo cristianos.

Oda Nobunaga (1568-1582), daimiyo de Owari

La llegada al poder de Toyotomi Hideyoshi (1582- 1598) perjudicó las cordiales relaciones de antaño, iniciando una persecución de cristianos y expulsando a los jesuitas en 1587, con la promulgación de una ley que los ponía fuera del orden y decretaba pena de muerte si permanecían en territorio japonés. Toyotomi Hideyoshi envió una carta al gobernador de Filipinas Gómez Pérez Dasmariñas solicitándole ayuda militar para invadir Corea, ante el rechazo del gobernador, Hideyoshi decide invadir Filipinas. Ante esta situación de riesgo el gobernador intentó aplacar las tensiones con el envío de la embajada de Juan Cobos (1593), que tenía como objetivo restablecer las buenas relaciones con Zipango. Seguidamente se producen otras tres embajadas más; las dos primeras solo sirvieron para volver a suscitar recelos hacia el gobernante Japonés y sus intenciones respecto a Filipinas; la tercera ni si quiera fue contestada.

Dos hechos sirvieron para empeorar aún más las relaciones entre ambos países: el naufragio del Galeón San Felipe (Hideyoshi se quedó con la carga y la vendió); el Martirio de Nagasaki (1597) en el que fueron crucificadas 26 personas, franciscanos en su mayoría.

Así, en el verano de 1597 se envió una nueva embajada exigiendo la retribución de la carga del navío y una queja formal por la crucifixión de los frailes, pidiendo que fueran entregados sus cuerpos. Toyotomi Hideyoshi permitió la devolución de los cadáveres y restableció las relaciones comerciales, pero ratificó la condena de los frailes y prohibió de manera taxativa la llegada de nuevos misioneros. El resultado de esta embajada quedo revocado por la muerte de Toyotomi, un año después, formándose en Japón un Consejo de Regencia integrado por los cinco daimyo más importantes del país.

La lucha iniciada entre los distintos daimyo por lograr la hegemonía finalizó con la victoria, en la famosa batalla de Sekigahara, de Tokugawa Ieyasu (1600-1616), produciéndose un cambio de coyuntura favorable para la Monarquía Hispánica pues el nuevo Shogun tenía interés en ser incluido en la ruta comercial del Galeón de Manila.

En 1598, Jerónimo de Jesús, solicitó al Shogun la gestión de una mayor comunicación hispano-japonesa; la oferta fue muy bien recibida. Pretendía, pese a las reticencias del Gobernador Tello de Guzmán, el envío de navíos directamente a Edo (actual Tokio) con avezados navegantes que enseñasen a los japoneses, así como mineros que les mostrasen las enormes bondades de la explotación de la plata. En 1601, Jerónimo de Jesús y  otros misioneros, se dirigieron a Ieyasu Tokugawa con numerosos presentes, siendo atendidos cortésmente por el Shogun. (El fraile murió sin ver concluidos los tratados).

En medio de este clima favorable, se produjo el naufragio del Galeón Espíritu Santo, cuyos tripulantes, movidos por el miedo, causaron algunos altercados; a pesar de ello, la mayoría de los naufragos fueron enviados sanos y salvos al archipiélago filipino por el Shogun. Tokugawa lamentó el incidente y reclamó que ningún navío con problemas tuviese miedo de refugiarse en Japón. Así, continuaron las embajadas desde Manila y la Metrópoli insistió con vehemencia la expulsión de los holandeses de tierra nipona (afianzados en la escuela de Mito desarrollando los estudios RangaKu), rogativa que no fue atendida por el Shogunato.

Desde entonces tan solo cabe destacar la embajada del daimyo Date Masamune a Europa. Tras el naufragio de Juan Vizcaíno, Masamune se ofreció a construir un nuevo navío para que la tripulación pudiera realizar el viaje de regreso. En octubre de 1613 partió el navío con una comitiva de 180 personas (samuráis y negociantes). La embajada, que contaba con el beneplácito de Tokugawa, pedía pilotos, misioneros, marinos y un comercio continuo con Nueva España. En enero de 1615 fueron recibidos por Felipe III y en octubre del mismo año llegaron a Roma, donde permanecerían hasta 1616.

Los años dorados de las relaciones comerciales se vieron truncados y la cordial situación dio un giro de 180 grados con el cambio de gobierno. Tokugawa Iemetsu (1623-1651) expulsó a los misioneros (segundo martirio de Nagasaki), desde entonces el Japón Tokugawa destacó por su hermetismo y quedaba cerrado para Occidente, aislado durante 250 años.

Tokugawa Yoshinobu organizando la defensa del Palacio Imperial en 1864,
junto a Marsudaira Katamori, durante el incidente Kinmon.

Fue en el año 1854, cuando el comodoro Perry (EEUU) amenazó con bombardear la bahía de Japón, cuando se producirá la apertura obligada. Este hecho provocará cambios estructurales en Japón, pasando de un país feudal a una potencia tecnologicomilitar imperialista en una corta coyuntura (Tratado Kanagawa, Restauración Meiji, Constitución de 1889, Occidentalización).

Como no podía ser de otra manera, después de la reaparición de Japón en el plano internacional, pronto el Reino de España trató de restablecer relaciones con el nuevo gobierno japonés. El gobierno de Reino de España ordenó mandar una legación a Siam, Conchinchina y Japón, con el fin de completar un sistema de tratados que permitiesen a España equipararse a las demás potencias con intereses en la zona. La carencia de medios provocó que el proyecto se limitase únicamente a Japón. Se solicitó el apoyo de otras potencias para lograr la firma del tratado, que obtendría de EEUU, Gran Bretaña y Francia. El tratado fue finalmente firmado en noviembre de 1868 y ratificado en Madrid en 1870.

El interés por fortalecer relaciones desapareció durante bastantes décadas, tomando España la postura de dejarse llevar por el resto de potencias occidentales, sin tomar iniciativas propias. Únicamente se intentará, en 1880, lograr un tratado de emigración japonés que no fructificó. A partir de 1891, se inició una política imperial agresiva por parte de Japón en el Pacífico; este hecho, motivará un giro drástico en las relaciones, que pasarán a estar basadas en el miedo español a perder las posesiones ultramarinas a manos del poderoso y moderno ejército nipón.

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