sábado, 25 de abril de 2015

Los Caballeros de Malta

En 1530 la orden de los Caballeros Hospitalarios hizo de Malta su nueva sede. Estos guerreros-sacerdotes llevaban más de siete años vagando sin rumbo por el Mediterráneo, expulsados por los turcos del que fue su anterior hogar, la isla de Rodas. Su peregrinaje acabó el día en el que el emperador Carlos V les ofreció Malta como un nuevo lugar donde asentarse, lejos de las cortes europeas y cerca del enemigo musulmán, en pleno corazón de un mar infestado de piratas berberiscos. Carlos V había obtenido este archipiélago como parte de su herencia aragonesa, pero al tratarse de un lugar árido, incomunicado y pobre en recursos, no tuvo problema en desprenderse de él si con ello conseguía un nuevo aliado contra el Islam. No obstante, el Emperador se negó a vender las islas a sus nuevos habitantes, otorgándoselas no como propiedad sino como feudo. Los caballeros a cambio no tuvieron que jurar fidelidad al Habsburgo, manteniendo su máxima fidelidad ante el Papa y evitando así entrar en el conflicto político desatado entre católicos y protestantes. Este compromiso quedaría sellado con un curioso pago: los Caballeros de Malta debían entregar a la casa de Austria un halcón entrenado al año. Había nacido el famoso tributo del Halcón Maltés.

El archipiélago otorgado se encuentra a unos cien kilómetros al sur de Sicilia y a unos trescientos de la costa de África, prácticamente en el centro del eje este-oeste del Mediterráneo. Está compuesto por las islas de Malta, Gozo y Comino, a las que se suman algunos islotes de menor importancia. Como hemos comentado anteriormente, se trataba de un lugar duro donde asentarse, pero los hospitalarios llevaban medio siglo batallando contra el Islam, y no iban a dejar de hacerlo por inhóspito que fuera su nuevo hogar. Durante los 268 años que estuvieron al mando del archipiélago, los caballeros se prestaron de corazón a las islas y a su cometido como soldados de la cristiandad. Fue tal obstinación con la que se entregaron a su misión, que la institución de la orden del Hospital de San Juan de Jerusalén y de Rodas, pasó a ser conocida por todos a partir de entonces como la Orden de Malta.

El Caballero del Reloj, obra del maestro Tiziano

Los orígenes en Tierra Santa

Esta hermandad fue fundada por mercaderes italianos (concretamente de la República Marinera de Amalfi) en Jerusalén en el año 1048. Su presencia en Tierra Santa sirvió para ofrecer servicios médicos y hospedaje a los numerosos peregrinos que visitaban estas tierras. Fueron las autoridades del califato egipcio las que permitieron a esta comunidad dinástica fundar su primera sede. Se trataba de una iglesia, un convento y un hospicio-hospital situados en las inmediaciones del Santo Sepulcro y consagrados a san Juan Bautista.

Con el tiempo, y tras la toma de Jerusalén por los cruzados cristianos, la orden reforzó su presencia. Amparados bajo la protección papal, los sanjuanistas crecieron en número y autonomía. Los monjes abrazaron la regla agustina o agustiniana, haciendo votos de pobreza y castidad. Fue entonces cuando tomaron el hábito negro al que después se añadirá la tan célebre cruz como enseña (más tarde también utilizarán el rojo). Será Raimundo de Puy, quién tras tomar los mandos de la orden, decida adoptar el título de gran maestre, militarizando la hermandad para proteger por el camino de las armas a peregrinos y santos lugares por igual. Los hospitalarios, en su nueva función como monjes guerreros, tuvieron a bien subdividir la comunidad entre aquéllos que luchaban y quienes celebraban misa y cuidaban de los enfermos; de este modo quienes hacían correr la sangre no podían oficiar la liturgia.

Los hospitalarios llegaron a poseer una considerable fortuna. Su presencia no sólo era fuerte en Tierra Santa, donde se encontraban los famosos hospitales de Jerusalén y San Juan de Acre, sino que también poseyeron conventos en numerosas ciudades europeas.

Nuevos destinos para la orden

Tras años de amargas guerras los reinos latinos acabaron cayendo ante la espada del Islam. Tierra Santa ya no pertenecía a la cristiandad, y los hospitalarios, al igual que el resto de las huestes cristianas fueron definitivamente expulsados en el año 1291.

En un principio se pensó en Creta como lugar donde establecer de nuevo la sede, pero finalmente optaron por unirse con los Templarios en Chipre. Lamentablemente para ellos, esta isla será su hogar durante poco tiempo. La presencia de estas órdenes generó fuertes tensiones entre ellas y el monarca latino. Al fin y al cabo, su autonomía y poder político eran un escollo importante para los poderes laicos de la isla. Templarios y Hospitalarios optarán por abandonar Chipre, encaminándose los primeros a Europa, mientras que los segundos prefirieron quedarse en Oriente Próximo.

En 1310, los Hospitalarios invadieron la cercana isla de Rodas, la cual estaba en manos no de sus enemigos musulmanes sino de cristianos ortodoxos dependientes de Constantinopla. Durante algo más de dos siglos se convirtieron en un estado soberano de facto. Pasaron a llamarse caballeros de Rodas, y el gran maestre se convirtió también en príncipe. 

A partir de entonces la orden se convirtió en un auténtico dolor de muelas para los musulmanes. La isla se convirtió en un bastión fuertemente militarizado desde donde pudieron intervenir en numerosas campañas como las que se desarrollaron en Siria o Egipto, mientras que su flota se dedicó a entorpecer la navegación y el comercio musulmán en aquellas aguas del Mediterráneo. Pero todo aquello atrajo las iras de los sultanes mamelucos de Egipto, quienes trataron de conquistar la isla en más de una ocasión. 

Fueron los otomanos quienes sí lograrán expulsar a los caballeros de Rodas. En 1522, el sultán Solimán el Magnífico envió a la isla una poderosísima flota de más de 400 naves en la que iban embarcados más de 200.000 soldados turcos. Los caballeros trataron de hacer frente a este enemigo como lo habían hecho con anterioridad, pero esta vez fueron incapaces de repeler el ataque y, tras un largo asedio, tuvieron que capitular. Solimán supo admirar el arrojo y la tenacidad con la que los caballeros defendieron su fortaleza, por lo que optó por permitirles evacuar la isla llevándose todos sus tesoros y bienes con ellos. 

Y entonces llegó Malta

De este modo llegamos al punto de inicio de esta entrada. Los caballeros, habiendo sido expulsados de Rodas, necesitaban encontrar un nuevo lugar donde asentarse. Y gracias a Carlos V y por el precio de un halcón al año sabemos que lo hicieron en Malta. Rápidamente transformaron la isla en un nuevo bastión. Sabían que Solimán no tardaría en volver a por ellos puesto que, pese a haber demostrado ser un hombre de honor, no dejaban de ser sus enemigos.

La expansión de los turcos por el Mediterráneo no tardó en llegar a Túnez, lugar desde donde empezaron a enviar incursiones contra la cercana Malta. Fue en 1565 cuando los musulmanes llevaron a cabo la peor de todas ellas, aunque no se trataba exactamente de una incursión, sino de una invasión en toda regla. Cuentan los cronistas que una mañana de aquel año “una masa de velas blancas cubría el horizonte”, iniciándose así el célebre Gran Sitio de Malta. Durante cuatro meses, los caballeros resistieron contra un enemigo que les triplicaba en número, completamente aislados, y en un momento de gran precariedad económica. Poco a poco fueron perdiendo varias plazas fuertes y pronto los muertos llegaron a miles. Pero cuando todo parecía perdido y la derrota se dibujaba como segura, los refuerzos enviados por la Monarquía Hispánica desde la cercana Sicilia tornaron la situación del enfrentamiento. Pocos años después, en el año 1571, la batalla de Lepanto terminará por frenar el empuje turco en el Mediterráneo. Los caballeros de Malta habían salido victoriosos, y su heroísmo les granjeó grandes apoyos en toda Europa. 

El Sitio de Malta

Fundaron y bautizaron La Valetta en honor del gran maestre que los había llevado a la victoria. Fue durante años la ciudad portuaria mejor fortificada de Occidente. Una ciudad moderna y planificada, pensada para la guerra, y que se diseñó para ser una fortaleza inexpugnable en mitad del Mediterráneo.

Sin embargo, nunca tuvieron que volver a hacer frente a un verdadero conflicto. Malta vivió décadas de relativa paz y con ella llegó la prosperidad económica. En este momento, empezaron a retomar con fuerza su ya famosísima asistencia médica y comenzaron a erigir palacios e iglesias de gran belleza y ostentosidad. Los grandes maestres se convirtieron en mecenas de las artes y convirtieron a Malta y las otras islas en un lugar a la altura del resto de las ciudades europeas. De los 15.000 habitantes que se calcula tenía el archipiélago a la llegada de los caballeros, pasarán a ser 84.000 cuando éstos se vean obligados a abandonar la isla.

La Valetta

Nuevamente expulsados

Para el año 1798, las cosas habían cambiado mucho. La orden era demasiado anacrónica para los nuevos vientos que corrían por Europa. La población de las islas, empapada por las ideas llegadas desde la Francia Revolucionaria, demandaba mayores libertades. Los aristocráticos caballeros, fieles a las prácticas despóticas, vieron como Malta se les escapaba de las manos. La desunión entre los hermanos de la orden se hizo presente. Muchos, especialmente los de origen francés, acabaron por apoyar a Napoleón Bonaparte cuando éste decidió hacerse con las islas de camino a su campaña en Egipto.

La mayor parte de los hospitalarios acabaron por viajar a Europa, sobre todo a las ciudades italianas. Tras un tiempo acabaron por instalarse en Roma en el año 1834, manteniendo su territorialidad únicamente en el Palacio Magistral y en las embajadas diseminadas a lo largo del mundo. A partir de entonces, los deberes de la orden se limitaron a la asistencia médica, social y religiosa.

Hoy en día la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta está integrada por más de 12.000 caballeros y damas, manteniendo relaciones diplomáticas con más de un centenar de estados. Es además observadora permanente en la ONU y la Comisión Europea. La orden, en definitiva, ha vuelto a sus orígenes: las labores humanitarias.

2 comentarios:

  1. Tema interesante. Siempre he sentido curiosidad por estas ordenes. Me gustaría saber como fueron tratados y protegidos en la Península Ibérica.
    Según tengo entendido muchos de los templarios cuando en Francia se procedió al exterminio de la Orden se refugiaron en la península y otros se escondieron en las filas de los hospitalarios. ¿ Qué hay de cierto en eso?

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  2. En cuanto a la relación de la los hospitalarios (y los templarios) con los reinos de la Península Ibérica tenemos para todo un artículo. ¡Prometemos despejar tu duda más adelante!

    Pero para no irnos con las manos vacías puedo decirte que ciertamente, cuando se disuelve la Orden del Temple, muchos de sus prioratos y posesiones pasan a manos de los hospitalarios. No sería de extrañar que parte de sus miembros consiguieran librarse de la purga de este modo, al menos los menos visibles o aquellos que no ostentaran cargos de importancia. Recordemos, que al igual que pasaba con los hospitalarios u otras órdenes, existían varias categorías dentro de la jerarquía: caballeros, religiosos, sirvientes, etc.

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